Capítulo quinto: "Aquello que nadie sabía"
Me sorprendí al despertar, ¿cuándo me había quedado dormida? Recapacité y me di cuenta que seguía en el bosque, había llorado lo que restaba de esa noche y el cansancio me había ganado.
La luz del sol se escabullía entre la frondosa copa de los árboles, dando un aspecto tranquilo y pacífico al lugar.
Me paré y volví camino a casa, si mi hermano y mi tío se daban cuenta de esto, no solo se enfadarían, sino que no me dejarían volver al bosque y me matarían si lo intentaba.
El sendero se volvió un poco extraño, lo reconocía pero de alguna forma se veía diferente. Entonces noté una fuerte luz más adelante y me quedé paralizada, si era lo que yo creía, tenía que ser un sueño, ese sueño. Tomé aire, me armé de valor y me adentré a la luz. Ante mí, aquel hermoso claro, tan colorido y luminoso, al fin había sido capaz de encontrarlo, pero ¿no era un sueño?, ¿realmente era eso posible?
Caminé muy despacio hacia el medio del prado, no parecía que hubiera alguien más allí aparte de mí, o al menos eso creía.
- Kate… -su voz resonó con tanta alegría, tanta emoción, y a mí sólo me recorrió un terrible escalofrío. “Desaparece”, pensaba, cerrando con fuerza los ojos.
- ¿Kate? –preguntó confundido, su voz sonaba tan real, allí presente- Kate, ¿ocurre algo? –Jay comenzó a preocuparse, pero no parecía que pudiese “leer mi mente”, lo que significaba que si estaba en aquel lugar, al igual que yo.
Se me tensaron todos los músculos del cuerpo, cerré con más fuerza los ojos y no me moví de donde estaba parada.
- ¿Qué pasa? –pregunté insegura, sin esperar realmente una respuesta. En ese momento, realmente quería que todo fuera un sueño, estaba asustada.
- ¡Kate! Me encontraste, Kate –respondió con entusiasmo, pero no hice demanda de haberlo escuchado- ¿qué ocurre?, ¿no estás feliz, acaso? –ahora estaba desconcertado y a la vez, confundido.
- Jay, esto ¿realmente es real? –su respuesta fue una risilla llena de emoción. Me decidí por abrir los ojos y enfrentar la realidad que me acechaba.
Jason corrió a mi encuentro en cuanto me di vuelta para mirarlo. Me abrazó fuerte pero cuidadosamente durante un largo minuto en el que yo no podía creer lo que ocurría. Aunque algo en mi interior estaba completamente feliz.
Le devolví el abrazo con ganas –lo que me sorprendió- y me quedé, al igual que él, sujetando sus manos y mirándolo a los ojos. Pude darme cuenta que aquellos ya no eran grises igual que en mis sueños, sino verdes pálidos, como solían ser hace muchos años.
Sentí un profundo alivio cuando soltó una de mis manos para acariciarme con dulzura mi rostro.
- Cuánto tiempo esperé para esto –dijo tranquilo, con una sonrisa que expresaba su verdadera felicidad.
- Jay… -suspiré- mejor me voy a casa, antes de que Alex y Bryan venga por mí. Pero el no hizo demanda de oponerse a esto, de hecho sonrió aún más sujetó fuerte mi mano, mientras se dirigía de nuevo al bosque- ¿a dónde vas? –pregunté con apuro, tratando de soltar su mano sin éxito.
- A casa, claro –articuló mientras aceleraba el paso, sujetándome con más fuerza- ¿no pensarás en dejarme de nuevo, o si? –preguntó irónico.
- Claro que no… -contesté con duda. Descubrí que estábamos más cerca de lo que me imaginaba: acabábamos de pasar junto al lago y nos acercábamos ya a la salida del bosque, junto al primer arroyo- ¿realmente recuerdas el camino de regreso? Hasta donde yo sé, pasamos solo un verano juntos aquí –había muchas cosas que seguían confundiéndome.
- Es cierto, sin embargo lo recuerdo perfectamente –respondió sin vacilar- estoy ansioso por ver a Alex y Bryan, ¿crees que me recuerden? –preguntó con entusiasmo.
- Esto… ¿a qué te refieres? Ellos jamás te conocieron Jay –no hacía falta aclarar la razón.
- Pero claro que sí, sólo que no me vieron como tú me veías –sonaba, dentro de todo, bastante razonable, sin tener en cuenta que mi amigo imaginario de la infancia se aparecía en mis sueños, luego se había vuelto real y estaba enamorado de mí. Suena tan descabellado sin importar cómo lo veas.
Al fin salimos, y ya cerca de la casa, Jay aminoró el paso, se puso a mi lado y soltó mi mano para tomarme por la cintura.
- Jay… ¿qué-qué haces? –le pregunté nerviosa- esto, bueno, podría mal interpretarse –traté de aminorar un poco más el paso. Parecía temprano, tal vez en la casa aún estuviesen dormidos.
- Mal interpretarse, ¿eh? –repitió divertido- tranquila, no hay nada que mal interpretar.
¡¿Qué rayos quería decir con eso?! Realmente había momentos en los que desearía matarlo, aunque bueno, no literalmente ¿cuántas veces tendría que aclararle que no estaba enamorada de él? Traté de guardarme esas palabras y le seguí la corriente.
Abrí con mucho cuidado la puerta de entrada y miré si había alguien en la cocina, pero no había más que algunas moscas. Miré el reloj que marcaba las 6:04 a.m., lo que explicaba con toda seguridad por qué seguían todos dormidos.
Me di vuelta para decirle a Jay que nos quedáramos allí, pero se adelantó a subir las escaleras y lo tuve que seguir rápido antes que despertara a alguien. Al final nos quedamos en mi habitación. Me di cuenta que cerró con llave la puerta, por lo que me tuve que armar de valor para quedarme allí.
- Parece que poco ha cambiado aquí –dijo él mirando alrededor, dando vueltas y toqueteando todo lo que estaba a su alcance.
- Pues claro, siempre me gustó mucho este cuarto, no habría mucho que cambiar –respondí yo con aire importante y luego me reí de mí misma. Miré con que curiosidad Jason miraba y estudiaba lo que sujetaba con sus cuidadosas manos, era realmente divertido.
- ¿Qué tanto miras Jay? –pregunté divertida. Me miró con una cálida sonrisa que me petrificó, ¿qué era eso?
- Un retrato tuyo, eras realmente adorable, claro que ahora estás hecha una princesa –me sonrojé ante ese comentario y aparté la vista.
Jason dejó el retrato en su lugar, se acercó y se sentó sobre la cama, a mi lado. Me relajé, confiando en que no sería descuidado en sus acciones. Me eché sobre el lecho y me tapé la cabeza con una almohada, para que mi amigo no me molestara. Que estúpida, un simple cojín no detendría a un chico tan determinado como él.
Lo sentí acariciar mi espalda, hasta la cintura, allí se detuvo –para mi alivio- y se recostó a mi lado, quitándome el almohadón de la cara, mirándome a los ojos que intenté ocultar.
Se las arregló para quedarse casi sobre mí, con sus manos flanqueándome la cabeza.
Me sentía débil en ese momento, adormilada y no intenté quitarlo de en sima, pero estaba segura que aun así no lo dejaría llegar muy lejos.
Antes de que lograra besarme, se oyó el ruido de la cerradura, alguien abría la puerta. Alex entró refregándose los ojos, que quedaron abiertos como platos al ver la incómoda escena. “Trágame tierra” pensé mientras Jay salía con cuidado de la cama y yo me sentaba, con la cara roja, sin poder hablar.
El rostro de Alex cambió y sólo distinguía ira, estaba segura de que lo suficiente como para regresarme a casa.
Sáb Ago 06, 2011 2:47 am
