Las balas llovían como siniestras mensajeras de la muerte. En el caos de la batalla un hombre se aferra a su fusil como si fuera su vida ignorante de que otro como ese se la podría quitar. La bayoneta relucía en lo alto, jjutno al cañón del arma, reflejando la luz de un sol que alumbraba menos que nunca. Aquel día en el que la 501 había lanzado su primer y alocado ataque sin ningún tipo de apoyo ni esperanza. Ningún oficial esperaba que nuestra legión sobreviviera a aquel golpe pero lo cierto es que, rebasando las espectativas de sus superiores, habíamos llegado hasta las alambradas enemigas y solo habíamos perdido un 75% del la legión frente a las previsiones de un 90%. Los cobardes oficiales solo se atrven a hablar de porcentajes, nunca de los más de dos mil hombres que habían muerto en apenas media hora de combate.



Una explosión cercana me sacó de mis ensoñaciones para devolverme a una realidad mucho peor. Las ametralladoras batían con furia el campo acompañando cada ráfaga con chillidos agónicos de dolor de los hombres que eran alcanzados por ellas. Saqué la cabeza de mi cómodo refugio, un cráter de bomba en cuyo fondo se había acumulado un charco putrefacto de agua infestada. Las explosiones sonaban cada vez más cerca y yo tenía a todo mi pelotón en aquel cráter. Si caía un proyectil en él, sería nuestro fin.



--Tommy. ¡Echa un vistazo a ver si puedes ver desde dónde nos atacan!-- Tommy Jones era un joven fusilero con una vista prodigiosa. Había sido un prometedor estudiante hasta que fue llamado a filas por un conflicto de faldas con la hija de un alto funcionario. El joven se asomó por el cráter y oteó la trinchera enemiga, de la que no distábamos más de cincuenta metros de alambradas. Poco después se arrastró a mi lado.

--¡Tienen un mortero de 125 en la barricada de la derecha!

Me asomé lentamente y logré ver el fogonazo asesino de la pieza de artillería. Estaba demasiado lejos para correr hacia ella en campo abierto, pues nos barrerían las ametralladoras nada más salir. Una bomba cayó muy cerca del cráter, demasiado cerca. Estaban calculando los disparos para darnos. El próximo no fallaría. La situación era muy sencilla. Morir en el cráter o morir fuera de él. En cualquier caso estábamos muertos, si no todos, la inmensa mayoría de los chicos no volverían a ver a su familia.